¡EL FRACASO DE HOY, ES EL TRIUNFO DE MAÑANA!
Hace dos mil años, un hombre joven llego de regreso de un largo viaje, a la tierra
que lo vio nacer.
Llegaba con la esperanza de traer a su pueblo toda aquella
información que en su caminar, había podido recolectar.
Su alegría se tornaría en tristeza, al descubrir que sus mayores
enemigos, era su propia familia.
Había estado soñando con este regreso, volver a ver a su madre y sus hermanos y
hermanas y ahora todo era tan diferente.
Ninguno de ellos quería escuchar lo que él les podía aportar.
No podía entender cómo era posible que su madre prefiriera las
ideas descabelladas de su hermano Jacob.
Daniel el más joven de sus hermanos era el único que se reía de las
cosas que él decía.
Una vez este le dijo:
Emanuel ellos no pueden entenderte, no te das cuenta, tú has visto
y vivido en otros lugares lejos de este, aquí solo se respira odio y el pueblo
se ha acostumbrado a vivir esta doble vida, en el día somos trabajadores, en la
noche nos enfrentamos a Roma y su dominación.
Emanuel trataba por todos los medios de indicarle a ellos, que el
que a hierro mata, ha hierro muere, pero ellos preferían morir a seguir viviendo
bajo el dominio de Herodes y más cuando sabían que el trono pertenecía a su
hermano Jacob.
Decidido a no enfrentarse a su propia familia, abandono el pueblo
para dedicarse a viajar tratando de conseguir que las personas escucharan sus
relatos.
La ausencia de Jacob y Simón, hizo que su esposa Magdala, se
dedicara a escucharlo.
Magdala era de las pocas personas que sabían leer y escribir, cosa
casi imposible para aquella época y más aún para una mujer.
La lucha de Emanuel era imposible de lograr éxito, su forma de ver
la vida, difería por completo de todo lo que aquellas personas conocían.
Los espías de Herodes, le seguían y los sacerdotes al escuchar las
informaciones que llegaban a ellos, sentían miedo.
Algunos sacerdotes llegaban a decir que, de solo escuchar el nombre
de este, una cosquilla extraña les subía por la espalda.
Para muchos era motivo de risa el escuchar de labios de aquel
hombre, el que debíamos amarnos unos a los otros.
El tío Tomas, le había advertido a Emanuel que no debería de hablar
sobre esos temas, pero el deseo de liberar a su pueblo de ideas antiguas, era
mucho más fuerte.
Emanuel llevaba años al lado de su tío, había vivido desde los 12 años
hasta los 30 viajando y conociendo diferentes culturas, su estancia en Alejandría
le había servido para poder escuchar de labio de los sabios de aquella época,
las discusiones sobre los diferentes temas que envolvían el misterio de la
vida.
Emanuel había aprendido a vivir sin aspiraciones materiales, todo
su esfuerzo mental estaba basado en dar y aportar a quien quisiera escucharlo,
todo aquel conocimiento que de sobra el sabio, era el que liberaba al hombre de
la esclavitud.
Pero la ignorancia mata a los pueblos y aquel no era una excepción.
Aquellos primeros días después de su llegada fueron de gran
tristeza, la familia acostumbrada a la idea de luchar por poner en el poder a
su hermano gemelo Jacob, lo veía mal ya que su forma de pensar era el amor y no
el odio.
Tanto Simón, como Jacob, se reían de este, para ellos lo único que
importaba era la fuerza, el cuerpo de ellos había sido desarrollado por el
esfuerzo físico de tener que arrastrar las redes, para poder subir a la barca
los peces que quedaban atrapados.
Aquel día estaban pescando cerca de la orilla del lago de
Genesaret, cuando vieron a su hermano caminando solo por la orilla, como estaba
obscureciendo, le gritaron que nadara hasta ellos y que los acompañara.
Emanuel miro como sus dos hermanos se estaban riendo y también aquellos
dos hombres que les acompañaban.
Emanuel miro a su alrededor y con un rápido movimiento arrojo al
agua aquella madera que había formado parte de una embarcación y demostrando
tener un gran equilibrio, con agilidad se paró sobre ella, mientras la madera
se movía hacia ellos producto del impulso que este le había dado.
Los cuatro hombres no podían creer lo que estaban viendo, Emanuel
estaba llegando hasta ellos y solo se le había mojado los pies, todavía estaban
asombrado cuando con una agilidad que ellos no tenían, lo vieron saltar y
llegar a la barca que se movió de un lado a otro, teniendo ellos que sujetarse,
para no ser ellos los que tuvieran que nadar…
Como la madera estaba al lado de la barca, Simón dijo que él quería
probar hacer lo mismo y mientras los otros reían producto del nerviosismo que
la acción de Emanuel había ocasionado, estos pudieron ver como Simón se hundía
producto de su cuerpo musculoso.
Jacob tuvo que halar bien fuerte para poder sacar del agua a su
hermano el cual estaba furioso por haber demostrado su impotencia.
Emanuel apenas probo la comida que ellos le dieron, sabia que las
horas serian largas como la noche, aquellas redes serian recogidas en la mañana,
por lo que se busco un sitio apropiado y se acostó, quedándose profundamente
dormido.
Los cuatro no podían entender como Emanuel podía dormir mientras la
barca se movía incesantemente producto del mal tiempo que se había desatado.
Fue tanto el miedo que uno de los hombres lo despertó diciéndole:
Rabí, es mejor que despiertes necesitamos tu ayuda para sacar el
agua que está entrando.
Emanuel abrió los ojos para encontrarse con el rostro furioso de
sus hermanos, los cuales pensaban que el era el culpable de que el tiempo se
hubiese puesto de aquel modo.
“La superstición era mas fuerte que la razón y todos los sucesos
inesperados siempre son atribuidos a una causa no natural”
Emanuel estaba disfrutando de la ignorancia de aquellos hombres,
por eso a modo de burla miro fuera de la nave y dijo:
¡Hágase la calma!
El asombro de aquellos hombres fue inmenso al ver que el viento que
se había desatado y que creaba aquellas inmensas olas, cesaba por completo y
una brisa agradable comenzó a sentirse.
Emanuel miro a los cuatro y dijo:
¡Hombres de poca fe, voy a dormir de nuevo, pero antes muevan la
barca hacia aquel lugar, aquí no van a coger nada!
Los dos hombres no esperaron por Simón y Jacob, estos comenzaron a
remar para llevar la nave hacia el lugar señalado por aquel que,
a partir de hoy, ellos serían sus seguidores.
Aquella mañana los cuatro hombres emplearon sus músculos potentes para halar
como nunca lo habían hecho.
La cantidad de peces era tan grande que los dos hombres no dejaban
de mirar a Emanuel, el cual permanecía sonriendo, mientras miraba a sus dos
hermanos que la noche anterior pensaron reírse del y ahora no sabían como
reaccionar frente a lo que este había demostrado poder hacer.
Cuando llegaron a tierra los demás pescadores, estaban asombrado,
nunca nadie había podido coger tanta cantidad de peces.
Los dos hombres que habían estado con sus hermanos, se acercaron a
este diciendo:
Rabí, queremos dejar de ser pescadores.
¿Entonces que van hacer?
¡Queremos que nos enseñes a pescar hombres, para que tu ejemplo continúe!
Entonces, quieres encontrar el camino, la verdad y la vida.
¡Rabí, nosotros somos hombres fuertes, curtidos en el trabajo
diario, pero tu eres mas fuerte y nos demostraste que la verdadera fuerza
radica dentro de nosotros y solo podemos lograr encontrar esa fuerza si tú nos
las enseña!
Emanuel sonriendo dijo:
“Entonces sígueme y te ensenare a pescar hombres”
Entonces Emanuel dijo:
Juan y Jacob hijo de Zebedeo, hoy ustedes han dado un paso que será
escrito en el libro de los tiempos.
Shalom
Shalom a ti Rabí, que vienes en el nombre de David.
Emanuel sonriendo dijo:
Yo solo soy el camino
La verdad y la vida
Quien llega a mi
Tendrá vida eterna.
Juanelmanu
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